Crónica por el Centro de México (2).

Real de Catorce ha sido lo más al norte que estas dos Güeritas han llegado por tierra en México (sí, a Sonia a veces también le llaman así, a su pesar!). El país se va ensanchando, despoblando y el desierto infinito va tomando terreno. Todo tiene un aspecto más norteño, en costumbres, gentes, música.
Vamos, sólo llegamos hasta Real de Catorce, al norte del estado de San Luís Potosí.

Tierras mineras, en el altiplano serrano, a unos 3.000 m sobre el nivel del mar, secas, cubiertas de cactus y flores, poco habitadas. Le dicen “Pueblo fantasma”, pero más bien fue abandonado al acabarse las ricas vetas de minerales. Porque todo la zona está perforada, en vertical, en horizontal, haciendas mineras, bocaminas. Paisaje pelado de variados colores.

Es un “Pueblo Mágico” reconvertido para el turismo (una red de pueblos con cierto encanto por todo México).  Puestos de gorditas (no siempre tan “rellenas”), cajeta (dulce de leche de cabra), minerales, hierbas y pomadas varias (extractos “me vale madre” que todo lo curan), tunas y nopales (porque en México se comen todo del cactus, omnipresente en todo el país). Una sucesión de puestos con ventas por las pocas calles del pueblo. Paseos a caballo por viejos caminos empedrados, Willys 4x4 para el que quiera ir motorizado. 
El pueblo está muy concurrido en estos días de vacaciones. Y nosotras vamos solas, a pié, subiendo y bajando por entre los cerros. Encontramos una belleza de paisaje diferente, bajo el sol y el aire seco del altiplano. Y a resguardarse bajo la cobija al meterse el sol, porque el frío seco cala hasta los huesos.

Llegamos justo para el 150 aniversario de Real de Catorce y asistimos al concierto gratuito en la noche. Bailamos algo con Cumbia Sax (para calentarnos) y quedamos petrificadas al ver a Los Martincillos Al Millón: música banda de Jalisco, de esas que van con los sombreros y las chaquetas bordadas, con lanzallamas de gas en el escenario y saliendo del trombón gigante, los artistas tomando cervezas y lanzando mensajes machistas. Puro espectáculo de masas!
Esto es México! Ambiente local garantizado! “Diviértete güey y no manches!”

Nopales
Bajamos de la sierra, rodeada por una llanura inmensa, cubierta de palmas yuccas, unos curiosos cactus arborescentes. Las tierras llanas han quedado salpicadas de modernos invernaderos en las zonas ricas en aguas subterráneas, productos frescos para exportación. Extraña visión!

En las llanuras secas crece el peyote, cáctus alucinógeno sagrado para los Huicholes o Wixaricas, indígenas que migran una vez al año desde tierras más al sur para realizar sus ceremonias ancestrales, siempre en contacto con la madre naturaleza.


Retomamos ruta hacia el sur, rumbo a Zacatecas, una de las ciudades coloniales fundadas por las minas que la rodean. Pasamos unos días tranquilos con Lore y Charly, muy linda pareja.
Platicamos de la vida, de la chamba (mal pagada en México), de estudios (Lore está acabando una maestría, hay buenas universidades públicas y becas en México), de los familiares que se fueron al norte (muchos en California), de todo un poco, cocinamos y comimos sabroso (y picante!).



Subimos al Cerro de la Bufa con la estatua de Pancho Villa; Zacatecas fue clave durante la Revolución. Contemplamos los paisajes de esta sierra seca (a más de 2.000 m), rica en minerales. Vimos y oímos los largos trenes de mercancías (hasta más de 100 vagones por tren!), rumbo a los USA (sí, de esos llamados “La Bestia”), porque trenes de pasajeros ya no quedan (salvo unos pocos para turistas).


Caminamos por las calles monumentales, todas de piedra, contemplamos trabajadas fachadas de iglesias (la de la catedral es impresionante), siempre acompañadas de nuestra guía Lore. 

Vimos algunos Huicholes vendiendo artesanías (coloridas y hechas de shakiras), pomada de peyote y cosas varias (a menudo con venados, su dios sagrado).

Da gusto lo bien montado que están todas las ciudades en México y lo variado de la agenda cultural. Paseos de época con gentes vestidas a la antigua haciendo el tour guiado, trolebús turístico, tirolinas, minas interactivas, de todo. 

Asistimos a la apertura del Festival Internacional de Folklore, una genial oportunidad para ver grupos de música y baile tradicional de diversos estados mexicanos, todo muy colorido.
Dejamos amigos en Zacatecas y buenas memorias!



Paramos en Aguas Calientes, un par de horas más al sur. Kitty y William, nuestros couchs Hidrocálidos (raro nombre de sus habitantes) nos prestaron su céntrico departamento. 

Una ciudad poco turística, inmensa, comercial e industrial: hay 3 fábricas de Nissan con miles de trabajadores. 
Aguas Calientes es famosa en todo México, no por sus termales (alguna queda aún) sino por su Feria de San Marcos: música, toros y mucho trago. 
Y también por la Catrina y las caricaturas de calaveras, que pudimos ver en el Museo de la Muerte. Los mexicanos tienen una relación muy especial con la muerte, simbólica y siempre presente.



A primeros de agosto, la ciudad estaba atareada con los desfiles y misas para la Asunción y nos sorprendió ver tanto fervor católico a diario, especialmente con muchos grupos de jóvenes. Y es que toda esta parte central de México es bien católica y conservadora.


Y seguimos bajando, por estas tierras secas, cruzando un pedacito de Jalisco, entre cultivos de agave (cactácea con la que hacen el tequila en este estado). Nos rajamos con Jalisco: decidimos no ir a Guadalajara, la segunda ciudad de México, preferimos seguir ruta por el centro de este enorme país que nos sigue cautivando.



Para ilustrar esta crónica puedes ver:


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